Diario de un endrino: Julio


Durante el mes de julio los endrinos comienzan a sentir el calor y la falta de agua características del verano. Sin embargo los árboles no parecen sufrir por ello: se les ve sanos, de un profundo color verde, con las endrinas todavía verdes pero ya de un buen tamaño. Recorriendo los árboles vemos cómo algunas endrinas comienzan a dar muestras de oscurecimiento y algunas se van tintando de un suave color azulado. Podríamos pensar que ya está coloreando su piel, pero si las frotamos con dedo enseguida salimos de nuestro error: debajo de la pelusilla superficial de ligero color azulado la piel del fruto se mantiene de un intenso color verde.


Sin embargo al recorrer la finca son las hojas las que nos llaman la atención porque algunos árboles destacan por su color amarillo, incluso encontramos un árbol de apariencia muy débil, con pocas hojas totalmente amarillas. ¿Qué le ocurre? Pregunto a un agricultor y me comenta que puede ser un problema de clorosis, falta de hierro o abono que puede afectar a ejemplares aislados en una finca. Pero que piensa que este árbol está afectado por el taladro que, al parecer, es un insecto todavía más dañino que el pulgón puesto que puede ocasionar la muerte del árbol.
Me parece increíble porque siempre se ha tenido al endrino como un árbol de madera muy dura. Incluso en las islas británicas conocen su dureza y por ello la madera del endrino, arbusto al que ellos se refieren como blackthorn, es usada para la elaboración de bastones, incluso se ha mantenido el bastón de endrino como tradicional bastón de mando en los regimientos irlandeses. También sabemos que a su fruto lo llaman sloe pero esa es otra historia.
A pesar de mi incredulidad el agricultor parece tener razón porque, siguiendo sus indicaciones, observamos con atención el tronco y encontramos unos pequeños agujeros parecidos a los que deja la carcoma en los muebles. 
Así que podemos sospechar que en el árbol vive un inquilino dedicado a excavar galerías para alimentarse de la madera. Se trata de un insecto conocido como taladro (Xylotrechus arvícola) que pasa su fase de larva en el tronco para después salir por el agujero convertido en un coleóptero alado que vuela del árbol en primavera o inicio del verano.

La larva resulta muy dañina para el endrino ya que, al comerse la madera debajo de la corteza, cortan los vasos por los que circula la savia. Poco a poco el árbol va quedando sin aporte de savia y se va debilitando. La primera señal del daño causado la vemos en las hojas, que comienzan a amarillear. Y este mismo año o quizás el próximo el árbol se secará y, tras el invierno, ya no volverá a brotar.
Buscando información en internet encuentro que hay otro tipo de taladro, el Capnodis tenebrionis, que también afecta al endrino. Se le conoce popularmente como gusano cabezudo y basta ver su imagen para darnos cuenta de que tiene muy bien puesto el nombre. Y resulta que el coleóptero adulto también es mucho menos fotogénico que su primo Xylotrechus.
Para luchar contra estas plagas hay varios sistemas. Si queremos actuar contra el insecto tenemos que hacerlo cuando está en estado alado. Los técnicos de INTIA hacen vigilancia para detectar cuándo vuelan los insectos desde el tronco, momento en que se puede podemos aplicar un insecticida que acabe con ellos y no puedan reproducirse. Otro sistema sería aplicar un insecticida de contacto al tronco para que esté activo cuando vuelvan para poner sus huevos en las grietas de la corteza.
Pero también son útiles otros métodos de tipo preventivo, además de resultar más sostenibles para el medio ambiente. El primero sería no causar al tronco daños que puedan ocasionar heridas o cicatrices por las que los insectos podrían colar sus huevos. Segundo, intentar que los insectos se alejen cuando vuelen desde el tronco. ¿Cómo conseguirlo? Resulta que estos insectos son fitófagos y se alimentan comiendo flores, así que nada más salir del árbol vuelan buscándolas. Por ello si eliminamos las flores de la finca y, mejor aún, si no hay flores en los campos que la rodean podemos conseguir que los insectos se tengan que alejar de los árboles para encontrarlas y, de esta forma, quizás no sepan regresar para poner sus huevos en la corteza del resto de árboles de nuestra finca.
Miro alrededor y, al encontrar sólo flores silvestres en un prado relativamente lejano, me tranquilizo pensando que a los insectos que en ella estén comiendo flores no les será fácil encontrar nuestra finca de endrinos.


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