Mea culpa



Esta noche no estoy disfrutando mucho de mi momento pacharán: estoy tan agotado que ni los dulces sorbos de pacharán consiguen relajarme.
El cansancio viene de ayer, me fui a la cama esperando dormirme rápidamente para después pasarme casi toda la noche en vela. La culpa la tuvo, claro, mi error: sólo a mi se me ocurre preguntarle a aquella mujer por su embarazo, como si no pudiera estar entradita en carnes simplemente por gusto de comer. Y claro, me voy a la cama y comienzo a recordarlo, hasta me vuelve la temperatura a la cara como cuando, al ver su sorpresa, noté cómo enrojecía y tartamudeaba una imposible salida a la estúpida situación.
Durante la noche repaso lo ocurrido una y otra vez. Porqué pensé que estaba embarazada. Porqué tuve que decir nada. Con lo bien que estoy calladito, y además es que suelo callarme, mi timidez suele salvarme de estas meteduras de pata... por qué tendré que haber hablado. Y otra vez vuelvo a oírme preguntar por el embarazo. Cuatro veces, veinte, cien veces habré repetido la escena durante la noche... No hay peor pesadilla que la que se sueña despierto porque se repite sin cesar...
Así paso la noche, arrepintiéndome de mi error, martirizándome con esta especie de penitencia. Además no es la primera vez, que son tantas ya las veces que pierdo el sueño por una tontería... Una tarea olvidada en el trabajo que durante la noche parece esencial, unas palabras desafortunadas, un órdago en la partida de mus cuando al parecer todos sabían que iba de farol…
Y siempre lo mismo: después de la noche en vela a aguantar todo el día en el trabajo con mal genio, como siempre que no duermo. Y el mal genio me hace cabrearme, discutir y cansarme más todavía.
Y así llego a la segunda noche, tan agotado que ni mis sorbos de pacharán consiguen relajarme. Es entonces cuando enciendo la televisión para distraerme de mi sentimiento de culpa y veo cómo un político explica la última metedura de pata de su partido. "Nos hemos equivocado, lo hemos corregido y ya está", dice. Su cara deja claro que no le hace falta penitencia, ya está todo dicho y aclarado, no hay culpa a la que dar vueltas.
Y pienso: que suerte tienen los políticos con la suya culpa, yo con la mía todavía no sé si esta noche dormiré.